domingo, 9 de diciembre de 2007

Mi deseo


Esta impaciencia, este sufrimiento se está apoderando de mi existencia.
¿Quién soy?. Busco ser algo que sé imposible, pero no ceso en mi empeño. Desesperada lo espero, día tras día, como un alivio a la pena de vivir. Si entre los pecados hay algo parecido al suicidio, me encantaría nacer entre ese pecado. Ya que mi ansiada inmortalidad busca a mi vida para fulminarla y hacerme cambiar, igual que mi corazón busca una salida ante tanta confusión que ahora se avecina.
Probé de tus labios aquel suculento veneno y quede prendada por su aroma y su textura, ansiando poder beber de nuevo del néctar de sus jugosos y enrosados labios, colmados de espinas para mi conciencia y el brillo de mis ojos se iluminó por una mágica fuerza, buscando algo que los apagara.
Aquel lobo persiguiendo a su duda y aquel extraño ser persiguiendo a su alma que vaga ya más allá de la existencia y pretende recuperarla cuando ya su salvación está perdida. Valiente pobre diablo, buscando como un perro la dicha de vivir, cuando esta forma parte de una inmensa lista.
Lo que parece su cuerpo corre por una extensa llanura, que a cada paso se va oscureciendo más y más para luego tornarse de un rojo intenso, y un calor terrorífico, petrificante. Siguiendo sus pasos me perdí... Un hermoso caballo negro me encontró, sus crines era de un intenso azabache. Semejantes a sus ojos negro terciopelo.
Monté presurosa en su lomo y galopé por la llanura que seguía tan oscura como antes incluso más... Porque la luna se hallaba bastante oculta entre las manos de sus nubes. La noche no parecía tener fin. El helado viento atenazaba a mi rostro, que cada vez se torna más blanco y terso.
El corcel parecía volar en su trote. Una sensación extraña recorre por mi cuerpo y al abrir mis soñolientos ojos, me asombro al sentirme atrapada por unos brazos fuertes que me impiden el camino, pero mi transcurso se halla en el cielo, entre sus garras y sus colmillos se inyectan una y otra vez en mi enhiesto cuello blanco, ensangrentado por mi propia sangre; entremezclada por su aliento.
¿Y fue un sueño? La noche fue mi fiel Sierva. Aquella noche cumplió mi mandato. Y mi naturaleza tras mis venenosas suplicas se tornó lasciva y vehemente. Y ahora soy yo quien galopa y alza el vuelo con la presa capturada entre mis brazos, besando su cuello, esperando un deseo como el que yo desee. Para unirme a su dolor.

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