sábado, 8 de diciembre de 2007

Sangre



La sangre. Sangre emanando de mi alma surgiendo de mi corazón, cascadas de un rojo tan vivo como mis ojos, tan dulce como mis labios y tan egoísta como mis recuerdos, que solo quiero que se queden inmersos entre mis pensamientos.
No compartirlos con nada ni con nadie. Por mucho más tiempo. Mi cuerpo está sediento, desea tu amor y tus besos para mezclarlos con la sangre que baña a mi existencia. Sangre y más sangre.
El centro de mi vida ella lo posee. Solo su calor me da vida, su sabor deseo y su aroma una pasión más allá de la muerte de mis propias víctimas.
Entre mis brazos las acojo, ellas jubilosas se acercan a mis fauces. Vienen a mí libres, sin ataduras con un amor tan limpio y puro como sincero. Mi voz a sus sentidos parece convertirse en una voz lejana, una voz más allá de un sueño que no saben situar a su alrededor.
Su dulce sangre suaviza mi amargura, a la vez que cada punto de mis sentidos. Van muriendo lentamente; no lo notan, solo sus ojos cuentan la verdadera identidad de su edad, la verdadera identidad de los sentimientos de esta.
Me desean, los deseo. Gozando ente un amor mutuo que se convierte en un odio tan oscuro como el negro de su pelo o el negro de sus pupilas.
Caen desplomadas a mis pies y agonizando un deseo, agonizando un alivio y un perdón por haber perturbado mi amor...

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